Las emociones son el corazón del proceso de duelo; son las que dan forma, ritmo y profundidad a la manera en que cada persona vive la pérdida. Cuando enfrentamos una ausencia significativa —sea por muerte, separación o cambio vital—, el sistema emocional se activa intensamente para ayudarnos a asimilar lo ocurrido y reorganizar nuestra vida interna . Durante el duelo surgen emociones diversas: tristeza, rabia, miedo, culpa, alivio o confusión , que no son negativas, sino respuestas naturales del alma ante la pérdida . Cada una cumple una función: la tristeza permite conectar con el vacío, la rabia ayuda a liberar la tensión, el miedo busca protección, y la culpa intenta darle sentido a lo que pasó. Sin embargo, cuando estas emociones se reprimen o se niegan, el duelo puede estancarse , generando síntomas físicos, ansiedad o desconexión afectiva. En cambio, cuando se reconocen, se expresan y se acompañan con empatía, las emociones se transforman en fuentes de comprensión, aceptación ...
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