La economía de cuidado busca otorgar valor a las actividades del cuidado, dado que estas actividades se consideran bienes o servicios económicos porque además de generar valor, también demandan costos representados en tiempo y energía necesarios para producirlos.
En la mayoría de los casos, la economía de los cuidados se basa en el trabajo mal remunerado o no pago y en acuerdos injustos en materia de cuidados. Dos mil millones de personas, en su mayoría mujeres, trabajan como cuidadoras no remuneradas a tiempo completo, lo que les impide buscar un empleo remunerado y afecta directamente a la economía. E incluso quienes reciben una remuneración por prestar cuidados ganan a menudo salarios mucho más bajos que la mayoría de los demás trabajadores.
El reto consiste en transformar esta precaria situación en un catalizador del crecimiento económico. He aquí cuatro ejemplos de empresas, ciudades y comunidades que trabajan para remodelar la dinámica de la economía de los cuidados, permitiéndole convertirse en un motor de crecimiento.
En los Países Bajos, las enfermeras de Buurtzog ("atención de barrio") prestan una serie de servicios de atención domiciliaria en todo el país. En este modelo, la asistencia puede autogestionarse y adaptarse a las necesidades específicas. Según la organización, es especialmente indicado para personas mayores, discapacitadas, con enfermedades crónicas o que precisan cuidados de larga duración.
Las enfermeras que participan en el modelo trabajan en equipos autogestionados dentro de sus barrios y son responsables del desarrollo de sus casos dentro de la comunidad. Esto implica colaborar con otros proveedores de asistencia sanitaria y cuidados personales, así como reforzar las redes de apoyo comunitarias y familiares en torno al cliente.
Las guarderías in situ para los trabajadores tienen muchas ventajas, desde un menor ausentismo hasta un mayor compromiso de los empleados. También es un modelo muy accesible, al alcance de empresas de cualquier tamaño, así como de sindicatos o grupos de empleados.
Un ejemplo es la Asociación de Trabajadoras Autónomas ( SEWA, por sus siglas en inglés) de la India, que representa a más de dos millones de trabajadoras informales en 18 estados del país.
El servicio cooperativo de guardería de la organización, Sangini, es propio y está gestionado por accionistas de SEWA. El objetivo es permitir que sus miembros trabajen y garantizar así la asistencia regular de las niñas a la educación básica.
Los padres deben pagar entre el 10% y el 15% de los costos de funcionamiento del servicio, y la mayor parte de la financiación restante procede de fuentes privadas, como organizaciones benéficas y el gobierno. El Banco de la Reserva de la India, cuyos empleados pagan tasas más elevadas por los servicios de guardería de SEWA, también aporta financiación adicional para Sangini.
Junto con las iniciativas lideradas por los individuos, los gobiernos locales y las comunidades, las empresas tienen un papel importante que desempeñar en el futuro de la economía del cuidado, afirma el Foro.
Los sistemas de asistencia en línea se utilizan cada vez más para prestar cuidados allí donde las personas carecen de acceso a los servicios. Se trata de un ámbito en expansión en el que las empresas pueden aportar una valiosa contribución, proporcionando soluciones tecnológicas.
Las plataformas digitales de gestión de la asistencia amplían el alcance de los servicios asistenciales a lugares remotos donde pueden faltar marcos normativos o donde la escasez de mano de obra afecta a la prestación de asistencia.
En el ámbito de la atención sanitaria, por ejemplo, el uso de plataformas de telesalud puede ayudar a clasificar a los pacientes y reducir la carga de trabajo de los centros médicos. Del mismo modo, las plataformas digitales pueden ayudar a supervisar a distancia a los receptores de cuidados cuando los cuidadores o familiares no se encuentran en el lugar.
Otro ejemplo es la plataforma digital Helpers, que apoya a las trabajadoras domésticas de Paraguay, que representan más del 15% de la población en las zonas urbanas. Helpers facilita la contratación, la formación y el pago de las cargas sociales.
Un ecosistema del cuidado será esencial para dar un giro a la economía de los cuidados y convertirla en la fuerza económica que tiene potencial para ser. Gobiernos, empresas, autoridades locales, comunidades y particulares deben trabajar juntos para promover la importancia de los cuidados en la economía.
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Mgtr. Juan Carlos Fernández Díaz - Director General de la Red Latinoamericana de Cuidadores juancfernandez@rlcuidadores.net
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Las actividades destinadas a gestionar y mantener la vida van desde la crianza y la asistencia a personas dependientes, hasta las labores domésticas. Son tareas básicas en cualquier sociedad y se ven a diario, pero apenas están en el debate público. Las mujeres han sido las encargadas principales del cuidado, pero los cambios sociales y demográficos hacen de ese reparto un sistema obsoleto e insostenible en gran parte del mundo.
ResponderEliminarReasignar los cuidados en la sociedad no pasa necesariamente por desvincularlos de las mujeres o forzar su extracción del ámbito familiar, sino por alternativas que no los hagan una sobrecarga. También implica revalorizarlos, considerarlos un trabajo y darles dimensión económica por ejemplo con salarios justos y contribuciones a la seguridad social. Las personas que cuidan, remuneradas o no, crean riqueza, pues las labores “productivas” no serían posibles sin sus tareas. Los nuevos debates en torno a esta crisis parecen más encaminados a que los cuidados dejen de entenderse como una cuestión privada que cada familia intenta solucionar con su tiempo y recursos disponibles. Por el contrario, cada vez más voces piden que los cuidados se entiendan como una responsabilidad social conjunta, central y prioritaria en las agendas políticas.
ResponderEliminarExiste cierto consenso entre Gobiernos, organismos internacionales, sociedad civil y academia de que la solución a la desigualdad en los cuidados pasa por el empoderamiento económico de las mujeres. No obstante, según la experiencia de los países más desarrollados, el trabajo remunerado no siempre elimina el no remunerado. Apostar por la inserción laboral femenina como forma de empoderar suele conllevar una doble jornada obligatoria para la mujer, dentro y fuera del hogar. La independencia económica es fundamental para que las mujeres tengan mejores condiciones materiales, pero no termina de solucionar la sobrecarga de cuidados. Por ello la economía feminista propone políticas públicas enfocadas a crear alternativas de cuidados, para que no solo ellas cuiden.
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